Esta mañana me pregunto que en qué momento decidí comprarme la cafetera superfashion "Mestreso", porque todavía no he podido entender dónde se queda el glamour de su buenorro y pagado protagonista al prepararte el desvirtuado café encapsulado.
¡Hace un horrendo ruido por Dios!
No entiendo para qué leches me dejé tantos euros estudiando marketing. Es una especie de plasticucho de los chinos, que solo hace por estropearme más el humor de jeta con el que me levanto.
No lo entiendo. ¿Por qué dejaría de lado mi cafetera italiana de diseño retro, con su restos de cafés imposibles de eliminar de sus juntas, tan duras y agresivas, casi diría yo que es un cafetero italiano, rudo y firme, resuelto y dispuesto a darte lo mejor de si. "Toma cariño, tu café", diría. "Lo acompañaría con unos donuts rellenos de crema o con tortitas de nata natural y recién montada", remataría con una sonrisa radiante, con su conjunto de camisa y mandil inexplorado.
Y yo, como una tonta, no sabría si coger la taza de café, untar el donuts, o echarme la nata por encima y decirle: "tu café si que es cien por cien arábica gran altura".
What else?
Nandy